lunes, 10 de noviembre de 2014

I

Rae se arrebujó en su capa, respirando hondo y sintiendo el tranquilizador tacto de la empuñadura de la espada en su cintura recitó una pequeña plegaria mentalmente y se adentró en el oscuro callejón que llevaba al Barrio de los Perros. El Barrio de los Perros era el peor barrio de la ciudad de Stonegarde así que era el sitio ideal para comenzar su trabajo. Hacía tres semanas comenzaron a desaparecer muchachas jóvenes desde damas de alta cuna a prostitutas, y la última había desaparecido allí por lo que intentaría recabar información pero la gente no hablaba por temor a que sus hijas desaparecieran. En la semana que llevaba en la ciudad no había conseguido nada y el gobernador pasaba del tema pues se preparaba para marchar contra la ciudad vecina con todos sus efectivos. Rae llegó a una de las calles mas bulliciosas donde los borrachos dormían donde podían, las prostitutas enseñaban sus cuerpos y jóvenes nobles se pavoneaban entre la multitud. Su destino era un burdel llamado La Zorra Roja donde su contacto de confianza en la ciudad era su última esperanza tras haber trabajado solo y sin éxito.
Llegó a la puerta y echó un vistazo a los dos porteros:  dos inmensos orcos con cara de pocos amigos que se limitaron a pedir el dinero para entrar extendiendo sus manos. Rae sacó de una bolsita dos monedas de plata y puso una en las manos de los grandes orcos, éstos asintieron y abrieron la puerta.
El burdel, pese a encontrarse en la zona más sórdida de la ciudad, era de los mejores. El salón principal estaba lujosamente adornado con ricos muebles koritas, tapices istalianos y alfombras de Nolfgaard. Tras darle su capa y espada a una joven hermosa elfa entró en el salón y se dirigió a la barra donde pidió una pinta de cerveza y se dedicó a observar el panorama buscando a su contacto.
Miró hacia las escaleras que llevaban a las habitaciones y observó los privados del fondo de la sala pero no estaba por allí. Se decidió a preguntarle al camarero pero en ese momento alguien dijo su nombre:-Rae, ¿Cómo tu por aquí?. No creo recordar que los paladines frecuentaran este tipo de sitios-.Rae se dio la vuelta y contestó con una sonrisa:-Motivos de trabajo, no de placer, Arylish-.La abrazó mientras la hermosa pelirroja elfa soltaba una carcajada:-Vaya, creo recordar que hace una semana no decías lo mismo-. Pasó su mano por la cabellera de Rae acercándose más a él y plantándole un pequeño beso en los labios, le cogió de la mano y se lo llevó escaleras arriba.
Rae sabía que Arylish podía llegar a ser muy persuasiva, por algo era la dueña del local, pero este no era el momento. En cuanto entraron en su habitación empezó a hablar:-Necesito tu ayuda. Sin rodeos. Estoy muy perdido con esto de las chicas desaparecidas y la gente se niega a hablar. ¿Qué sabes del asunto?-mientras hablaba Arylish se había desnudado y daba vueltas por la cama per al oírle se sentó a los pies de la cama:-Vaya, un hombre directo-Se levantó y sirvió dos copas de vino dándole una, Rae la cogió y saboreó el líquido:-Pues, querido mio, estoy igual que tu. Nadie ha dicho nada acerca de las desapariciones: ni mercenarios,ni nobles, ni simples plebeyos, nadie. Las chicas se han esfumado en el aire.-
-¿Y la última que desapareció? Fue en este barrio.
-Cierto, dos calles más abajo pero te aseguro que no hay ningún rastro de ningún tipo que lleve a que se la llevó.
-Los guardias son unos patanes que no encontrarían un protodraco aunque lo tuvieran a dos palmos de su cara. ¿Tampoco hay restos mágicos o de alguna índole sobrenatural?
-Nada...o por lo menos los hechiceros que vinieron desde Dolran no encontraron nada.-Se acercó un poco más al hombre y cogiéndole la copa la depositó en la encimera y lo llevó a la cama:-Rae Tarrel, te conozco de hace tiempo y conozco tus historias y todas las cicatrices que llevas:-le quitó el jubón y la camisa:-Así que no te preocupes...las encontrarás-Le quitó los calzones y se puso encima de él.
-Esto no...no es necesario.
-Shh-llevó el índice a sus labios y le besó. Rae se dejó y se entregó a la lujuria. Horas más tarde, mientras ella dormía se vistió y salió no sin antes besarla suavemente. Haciendo caso de sus indicaciones llegó al lugar dónde desapareció la muchacha. Era un callejón sin salida entre dos pequeños almacenes y efectivamente no había nada allí que delatara el hecho. Su visión nocturna fruto de su condición de semielfo ayudaba pero no ciertamente no vio nada raro. Probó con un simple sello sagrado: realizó el simbolo en el aire con las manos y unas chispas doradas salieron disparadas. Si había algo permanecerían en el lugar u objeto pero desaparecieron tras unos segundos. Nada.
De repente captó un sonido, muy ligero, por encima de su cabeza en el tejado de alguno los almacenes. Lo volvió a oír. Pasos. Alguien o algo le estaba espiando. Desenvainó la espada y se puso vigilante. Una flecha impactó a pocos centímetros de su pie izquierdo. Se sobresaltó por un momento y miró arriba mientras una sombra saltaba justo enfrente de él. Rae había olido ese perfuma antes, pero no sabía cuándo exactamente en ese momento. Alzó la espada vigilante mientras la sombra se quitaba la capucha y una semielfa descubria su rostro con una gran sonrisa:-Rae, creí oír que necesitabas ayuda-. Rae asombrado exclamó:-¡Rayelle!